LA SOBERANÍA ESTATAL Y LA EDUCACIÓN EN TIEMPOS DE CORONAVIRUS

PEDES IN TERRA 8 > DOSSIER 1: PANDEMIA Y UNIVERSIDAD

La pandemia global ha obrado como un dispositivo acelerador de partículas de imaginarios sobre la llamada “era digital” y las técnicas del estado de excepción. Se intensifican las brechas en el acceso y uso de las TIC, mientras las teorías de la Biopolítica, con todo su denso aparato conceptual y fraseológico puesto al día, insisten en alertar contra los peligros de la soberanía del Estado inflamado en acciones de control y restricción como la implantación de cuarentenas. Foucault una vez más vuelve a ser artículo de primera necesidad, mientras que Georgio Agamben, Slavoj Žižek y Byung-Chul Han, entre otros, arrojan diagnósticos y premoniciones sin bajarse del carro de sus certezas.

En particular, llama la atención el descarrilamiento de Agamben, en un artículo del 26 de febrero, titulado “La invención de una epidemia”[i], donde expresa su alarma ante las medidas de emergencia en Italia a las que juzga como “comportamiento desproporcionado”, calificándolas de “frenéticas, irracionales y completamente injustificadas para una supuesta epidemia debida al coronavirus”. “¿Por qué –se pregunta- los medios de comunicación y las autoridades se esfuerzan por difundir un clima de pánico, provocando un verdadero estado de excepción, con graves limitaciones de los movimientos y una suspensión del funcionamiento normal de las condiciones de vida y de trabajo en regiones enteras?”. Y se responde: “Dos factores pueden ayudar a explicar este comportamiento desproporcionado. En primer lugar, hay una tendencia creciente a utilizar el estado de excepción como paradigma normal de gobierno. (…) El otro factor, no menos inquietante, es el estado de miedo que evidentemente se ha extendido en los últimos años en las conciencias de los individuos y que se traduce en una necesidad real de estados de pánico colectivo, a los que la epidemia vuelve a ofrecer el pretexto ideal. Así, en un círculo vicioso perverso, la limitación de la libertad impuesta por los gobiernos es aceptada en nombre de un deseo de seguridad que ha sido inducido por los mismos gobiernos que ahora intervienen para satisfacerla. Un mes después la realidad se encargaba de dar las respuestas verdaderas: más de 6.000 muertes en Italia a causa del coronavirus. La desproporción resulta aquí ser la de la mirada de Agamben y sus veredictos.

Más riguroso, el célebre filósofo surcoreano radicado en Alemania, Byung-Chul Han se expide agitando sus propias alarmas ante el estado de excepción, en un artículo muy transitado del 22 de marzo: “La emergencia viral y el mundo del mañana”[ii]. Allí admite las dimensiones catastróficas de la pandemia, pero de inmediato señala lo que para él son “sobreactuaciones inútiles”, como los cierres de fronteras en las cuales ve las evidencias de “una expresión desesperada de soberanía”. Puestos a formular pronósticos, ni lerdo ni perezoso, el verborrágico Slavoj Žižek procedió a pintar al virus como un golpe letal al capitalismo[iii]. Con velocidad de reflejos, Byung-Chul Han lo contradice, afirmando que “tras la pandemia, el capitalismo continuará aún con más pujanza”; y puesto que el oficio de oráculo es tentador, nos advierte que “es posible que incluso nos llegue además a Occidente el Estado policial digital al estilo chino”, citando a Naomi Klein y su noción de “doctrina del shock”, según la cual la conmoción es un momento propicio para instaurar nuevos regímenes. Y es ahí donde la siguiente mención se le hace inevitable: “si llegara a suceder eso, como teme Giorgio Agamben, el estado de excepción pasaría a ser la situación normal”.

Paul B. Preciado, filósofo transgénero especializado en Teoría Queer y filosofía del género, en un escrito publicado por el diario El País el 28/03/2020[iv], tras pasar revista a los principales postulados del pensamiento sobre Biopolítica, describe las dos técnicas desplegadas por los Gobiernos ante la emergencia pandémica: el confinamiento y la tecnovigilancia digital mediante el Big Data, con énfasis en el control cibernético estatal y corporativo. “El domicilio personal –advierte- ya no es sólo el confinamiento, sino que se ha convertido en centro de la economía del teleconsumo y de la teleproducción. (…) “Los cuerpos como enclaves del biopoder y nuestros apartamentos como células de biovigilancia cibernética”. Paso siguiente, nos incita a “reapropiarnos críticamente de las técnicas biopolíticas y de sus dispositivos”, lo cual está muy bien y es muy necesario; pero lo que hace ruido es que, al hablar de la radicalización en tiempos de epidemia de “las obsesiones que dominan la gestión política de la vida y de la muerte”, afirme que “las técnicas de confinamiento no han demostrado todavía pruebas de eficacia”, cuando las evidencias estadísticas demuestran lo contrario y, hasta no contar con una vacuna, el principal recurso es la cuarentena. Es bienvenido su llamado a utilizar “el tiempo y la fuerza del encierro para estudiar las tradiciones de lucha y resistencia”, pero el ruido vuelve a surgir cuando convoca a un “gran blackout, apagando celulares y desconectándonos de Internet, lo cual suena a arenga neo-roussoniana para alcanzar una epifanía libertaria des-cibernética, a contrapelo de las enseñanzas de Foucault (ya que tanto menciona Preciado a Foucault) quien apuntaba certeramente que no existe un “afuera” con respecto al poder. En todo caso, al poder se lo somete a resistencia y contestación desde adentro, porque –como nos enseñaron Gramsci y Foucault- toda hegemonía, todo ejercicio de poder, conlleva prácticas de contrahegemonía, ejercicios de contrapoder. Y, además, si emprendiéramos un gran blackout y nos recostáramos en él, cabe preguntarse cómo los activistas anti-cibercontrol difundirían sus prédicas y de qué manera accederíamos a las fuentes de información necesarias para el estudio de las tradiciones de lucha y resistencia, facilitadas hoy por los medios digitales como alternativa a los materiales de la era gutenberguiana, por no mencionar el colosal desmontaje que habría que hacer de la enraizada cultura de la conectividad, aplicada tanto a la informalidad de la vida cotidiana como a las prácticas profesionales y laborales. A lo que Preciado identifica como una “utopía inmunitaria” implantada por la gestión política de la pandemia, él termina oponiéndole la utopía de la desconectividad.

Mientras las preocupaciones por el ascenso de la soberanía gubernamental precipitada por la crisis del coronavirus conviven con las demandas por un retorno del Estado, rescatado del debilitamiento impuesto por la globalización neoliberal, se hace evidente que más peligrosa que la miopía de algunos filósofos es la ineptitud política. No obstante, si bien el virus no herirá de muerte al capitalismo (más bien lo ha reforzado en sus formas de capitalismo de plataformas), ni el estado de excepción es algo que pueda asimilarse sin más a las tentaciones autoritarias de los gobiernos, sí es cierto que el origen del COVID19 está asociado a prácticas inherentes al capitalismo actual, como el hacinamiento de animales en los centros de crianza industrial[v]; y es cierto también que hace falta mantenerse alerta ante los atributos otorgados a las fuerzas públicas, porque la lógica inherente de los sectores policiales y militares es el autoritarismo, junto con la capacidad de las fuerzas de seguridad de abrir por sí mismas marcos de excepcionalidad en el ejercicio del monopolio de la violencia característico del Estado[vi].

Y a propósito del blackout convocado por Preciado, ¿sería admisible ese gran apagón en momentos en los que las trabajadoras y trabajadores de la educación se esfuerzan en el manejo de las TIC, para resolver la suspensión de las clases presenciales provocada por la cuarentena? Cierto que no se trata solamente de la incongruencia en el actual contexto de este llamado al blackout, como si se tratara sólo de un nuevo esquema de apocalípticos versus integrados, ni mucho menos de una compulsiva fe en la tecnología digital capaz de extenderse sobre la realidad como un manto encubridor de la diversidad y desigualdades que abren brechas en los espacios curriculares, en las comunidades docentes y en la población estudiantil. Una apropiación crítica de esas tecnologías es absolutamente necesaria, porque las TIC no son sólo una herramienta, sino que conllevan además una carga ideológica, y porque implican también un conjunto de estrategias, de modos de comunicación entre docentes y estudiantes que en la presencialidad están resueltos. De ahí que este pasaje forzado a la virtualidad demanda aprendizajes y estrategias, que no se adquieren de la noche a la mañana, para no incurrir en la restricta transmisión de información, en una mecánica provisión de contenidos de los cuales el estudiantado sería un mero receptáculo. Lejos tanto del “gran apagón”, como del estrabismo provocado por el optimismo voluntarista, hace falta trabajar en el diseño y aplicación de estrategias de comunicación, en la elaboración de contenidos y actividades que propicien una apropiación creativa del conocimiento, en unas circunstancias que no son las de una educación habitual a distancia, sino las de una emergencia conmocionante a nivel global.

En el campo de la educación pública argentina, este contexto de emergencia se agrava por el desmantelamiento que le impuso el régimen macrista a las políticas de Estado orientadas a reducir las brechas digitales y educativas, como el Programa Conectar Igualdad, que hasta diciembre de 2015 había entregado cinco millones de notebooks a estudiantes de escuelas secundarias públicas de todo el país y construido más de 1400 aulas digitales con conexión a internet, recursos que habrían sido de gran valor en la coyuntura de distanciamiento social y confinamiento. La insoslayable dureza de este estado de cosas hace que en este urgente uso educativo de las TIC las clases virtuales no lo sean tanto, porque –como bien señala Eva da Porta, docente e investigadora de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba- “ni nuestras escuelas ni nuestras universidades -que son presenciales- se pueden preparar en dos o tres semanas para la plena virtualidad, que es lo que nos está pasando en este momento. Entonces, van a ser procesos de acompañamientos a los estudiantes y procesos de aprendizaje de parte de los docentes, también para poder aprender a transmitir con otras modalidades, con muchas complejidades y seguramente también con muchas dificultades técnicas, no solamente para los estudiantes, por los problemas de conectividad y manejo de los dispositivos”[vii].

En medio del fragor de esta emergencia, han aparecido insólitas quejas acerca de que las y los estudiantes no son lo “suficientemente nativos digitales”, como si esta categoría inventada con ligereza por el conferenciante norteamericano Marc Prensky hiciera referencia a competencias asequibles por el solo hecho espontáneo de haber nacido en la llamada “era digital”, deriva terminológica reduccionista que ignorando las diferencias y asimetrías socioculturales corre la misma suerte que otros rótulos esparcidos en el mercado académico, como el de “tribus urbanas”. Ni el estado de excepción –ese fantasma que recorre el mundo intelectual- ni la biovigilancia cibernética por explotación del Big Data, ni etiquetamientos como “nativos digitales” son palos que puedan introducirse en nuestras ruedas. Antes bien, éstas son nociones que deberían ser objeto no de certezas sino de una permanente reflexión crítica no cristalizada en sí misma, sino motor de acción en el curso de todo lo que hace falta hacer, no sólo en los escenarios de la peste sino también en la realidad que hará falta construir cuando este mal haya sido superado.


Referencias

[i] https://ficciondelarazon.org/2020/02/27/giorgio-agamben-la-invencion-de-una-epidemia/?fbclid=IwAR0ti4vLHrkeuKzbUFCjgDECGln8ql4hpGj5f-2n51qDNhxEYCcbgp-oLG4

[ii] https://elpais.com/ideas/2020-03-21/la-emergencia-viral-y-el-mundo-de-manana-byung-chul-han-el-filosofo-surcoreano-que-piensa-desde-berlin.html

[iii] https://www.tercerainformacion.es/articulo/internacional/2020/03/23/zizek-un-golpe-letal-al-capitalismo-para-reinventar-la-sociedad

[iv] https://elpais.com/elpais/2020/03/27/opinion/1585316952_026489.html

[v] https://www.pagina12.com.ar/256569-no-le-echen-la-culpa-al-murcielago

[vi] https://lanotatucuman.com/el-coronavirus-y-la-desproporcion-de-las-ideas/actualidad/25/13/2020/45403/?fbclid=IwAR2eXQ8vPOrOlMfz9_VQYA5ZVTKJo3lRyZCEd2Nkq4CYCaUC4hci8MkXHhU

[vii] https://latinta.com.ar/2020/04/cuarentena-educacion-distancia/